El 8 de mayo de 1208 es una fecha muy importante para los habitantes de Amalfi. De hecho, las reliquias del apóstol Andrés, traídas de Constantinopla a Amalfi por el cardenal Pietro Capuano, fueron entregadas a la Iglesia amalfitana.
Para el transporte se dispuso una flota de no menos de nueve galeras. Tras navegar hasta Siria, los restos llegaron a Gaeta, donde el cardenal los envió a casa en baúles sellados.
Antes de entregar las reliquias a los amalfitanos, el cardenal hizo construir a sus expensas el crucero y la cripta de la catedral.
En un momento de la historia en que todo el mundo andaba a la caza de reliquias, el cardenal decidió esconder algunas de ellas, como la cabeza de San Andrés, en un lugar conocido por pocos; las otras las confió a la veneración pública, pero las enterró en lo más profundo bajo el altar mayor.
La urna no se encontró hasta el 2 de enero de 1603, durante las obras de transformación barroca de la cripta, pero se volvió a enterrar para protegerla de las incursiones berberiscas.
En la noche del 28 al 29 de enero de 1846, durante trabajos en el suelo, la urna volvió a ser descubierta y desde entonces ha estado expuesta para la veneración de los fieles.